NEUROEDUCACIÓN EN LA UNIVERSIDAD: Repensando el Aprendizaje desde el Cerebro


Por: David Ocampo Eyzaguirre
Neurocientífico y Profesor Universitario
Bolivia 🇧🇴

“La educación es; en el fondo, el arte de orquestar la plasticidad cerebral”. Esta contundente afirmación, del neurocientífico y premio Nobel Eric Kandel, nos invita a una reflexión profunda sobre el propósito y la metodología de la educación superior en el siglo XXI. La universidad, como principal agente de la producción y transmisión de conocimiento, se encuentra hoy en una encrucijada: no solo debe adaptarse a los vertiginosos avances tecnológicos; sino que, de manera aún más fundamental, debe asimilar y aplicar los hallazgos de las neurociencias para comprender el funcionamiento del órgano más complejo del universo: el cerebro humano. Este desafío, que articula ciencia y pedagogía, tiene un nombre: Neuroeducación.

La neuroeducación no es una disciplina aislada, sino la síntesis de un diálogo fructífero entre las neurociencias, la psicología cognitiva y la educación. A pesar de la evidencia científica acumulada en las últimas décadas, los sistemas educativos, y en particular el universitario, han desarrollado sus actividades académicas; en muchos casos, sin tomar en cuenta los mecanismos biológicos del aprendizaje. La enseñanza superior, a menudo, permanece anclada en un modelo transmisivo, donde el valor se deposita en la acumulación de contenidos y no en la construcción activa del conocimiento. Se prioriza la exposición magistral, un formato de enseñanza pasiva, mientras se subestima el poder de la emoción, la atención sostenida y la motivación intrínseca, todos esos  procesos dirigidos por la complicada arquitectura cerebral.

La neurociencia nos ha enseñado que el conocimiento no es un dato que se “graba” en un disco duro. En lugar de una metáfora informática, debemos adoptar una biológica: el aprendizaje es un fenómeno dinámico que implica la activación de redes neuronales, la plasticidad sináptica (el fortalecimiento de las conexiones entre neuronas) y la integración multisensorial. Este proceso está profundamente relacionado con el contexto emocional del estudiante. Como lo expresó el neurocientífico Francisco Mora, “solo se puede aprender aquello que se ama; aquello que te dice algo”. El conocimiento se construye, se conecta y se resignifica a través de experiencias que activan no solo la corteza prefrontal (región del pensamiento lógico), sino también el sistema límbico, que gestiona las emociones.

Piedras Angulares de la Neuroeducación Universitaria

Aplicar los principios de la neuroeducación en el entorno universitario implica una reconfiguración de la práctica docente, enfocada en tres pilares fundamentales que impactan directamente en el rendimiento cognitivo de los estudiantes: la atención, la emoción y la memoria.

 La Gestión de la Atención en la Era de la Distracción: La atención es el filtro cognitivo que determina qué información del vasto torrente sensorial se procesa y se codifica en la memoria. Las investigaciones han demostrado que la atención sostenida es un recurso limitado, que disminuye drásticamente tras periodos prolongados de exposición pasiva. La neuroeducación propone estrategias como el “micro-aprendizaje”, la intercalación de actividades y el uso de técnicas que activen la curiosidad y el asombro, ya que “la curiosidad es la fuerza motriz del cerebro”, como señalaba el neurocientífico Michael Gazzaniga.

La Emoción como Catalizador del Aprendizaje: Durante mucho tiempo, la emoción fue vista como un factor disruptor del proceso cognitivo. Hoy, sabemos que el sistema límbico, el centro emocional del cerebro, está íntimamente conectado con las áreas corticales responsables del pensamiento y la memoria. Las emociones no solo facilitan la consolidación de los recuerdos, sino que también actúan como un sistema de evaluación que dota de significado a la información. Un ambiente de aprendizaje seguro, donde el error es visto como una oportunidad y no como un fracaso, promueve la liberación de dopamina, un neurotransmisor clave para la motivación intrínseca. Por el contrario, el miedo y el estrés crónico obstaculizan los procesos cognitivos.

Memoria Significativa vs. Memoria Rígida: La educación tradicional ha priorizado la memoria de repetición. Sin embargo, el cerebro aprende a través de la construcción de redes de conocimiento interconectadas. La neurociencia subraya la importancia de la memoria de trabajo (la capacidad para mantener y manipular información temporalmente) y la memoria a largo plazo, que se fortalece a través de la asociación, la contextualización y la retroalimentación. Un docente Neuroeducador no solo enseña un concepto, sino que también ayuda a los estudiantes a encontrarle un “lugar” en su red de conocimientos, conectándolo con experiencias previas y problemas reales.

Conclusiones y Perspectivas Futuras

 La integración de la neuroeducación en la universidad no es una moda, sino una necesidad imperativa; sin duda, como Profesor y estudioso del Cerebro, estoy convencido de que este enfoque nos permitirá no solo mejorar la calidad de la enseñanza, sino también humanizarla. Al comprender cómo aprende el cerebro, podemos diseñar ambientes educativos que respeten los ritmos individuales, valoren la diversidad cognitiva y fomenten el bienestar emocional.

El futuro de la universidad radica en pasar de un modelo centrado en la transmisión de datos a uno enfocado en la creación de experiencias de aprendizaje que promuevan la curiosidad, el pensamiento crítico y la resolución de problemas complejos.

El rol del profesor universitario debe evolucionar, diseñando entornos educativos que sean neurobiológicamente efectivos. Esto implica no solo ser experto en una disciplina, sino también en los principios que rigen cómo el cerebro aprende.

La neuroeducación nos invita a una visión holística. El bienestar del estudiante, el manejo del estrés y la salud mental no son elementos periféricos, sino factores cruciales que impactan directamente en la capacidad de aprendizaje y la plasticidad cerebral. Una educación verdaderamente integral debe atender tanto al intelecto como al estado emocional y físico del estudiante.

La universidad del futuro, no será solo aquella que incorpore inteligencia artificial o tecnología de punta, sino la que fundamente su innovación pedagógica en el conocimiento científico del cerebro. Este enfoque permitirá desarrollar metodologías que no solo sean efectivas, sino también éticas y respetuosas con la naturaleza humana del aprendizaje. En esencia, la universidad del futuro será la que aprenda a enseñar con inteligencia cerebral y emocional.

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